jueves, 30 de septiembre de 2010

LA CASA DE MUÑECAS, Fernando Iwasaki


LA CASA DE MUÑECAS


La compré en una tienda de antigüedades porque me fascinó su desmesurada ambición por la miniatura. Cada habitación era de una riqueza maniática, pues en los baños se veían tubos abiertos de una pasta de dientes, sobre las mesas se deshojaban cuadernos garabateados con letras minúsculas y en la cocina distinguí una alacena colmada de botes y conservas con etiquetas miniadas por un artista demente. Pero lo más asombroso fue descubrir otra casa de muñecas dentro de la casa de muñecas, minuciosamente decorada como una pesadilla. Lo único que me chocaba era la infinita tristeza de las figuras que la habitaban. Me la llevé a casa y la instalé en mi dormitorio, sobre la mesa de caoba maciza.
Aquella noche me despertó una luz asmática y di un salto tremendo cuando advertí que el resplandor provenía de la casa de muñecas. Corrí hasta la mesa de caoba y contemplé aterrado cómo brillaba el interior de la diminuta casa de muñecas que estaba dentro de la casa de muñecas, mientras todas las figuras de la casa corrían hacia la habitación maldita. No me di cuenta cuando entraron en mi cuarto.
La policía ha levantado el cadáver y busca en vano pistas en el suelo. Sin embargo, nadie ha reparado en la nueva habitación de la casa de muñecas. La figura no me hace justicia, pero la mesa de caoba es igualita.


FERNANDO IWASAKI, Ajuar funerario, Páginas de Espuma, Madrid, 2004, pp. 42-43. 

domingo, 26 de septiembre de 2010

POESÍA, Francesc Xavier Forés


Francesc Xavier Forés, Poesía visual española (Antología incompleta), Calambur, Madrid, 2007, p. 162.

TODO POR UNA CHICA, Nick Hornby


¿Todo por una chica?
Nick Horby tituló su novela Slam.
Slam significa literalmente "golpe". En la jerga del monopatín: caída.
Todos, subidos o no a la tabla, más de una vez tropezamos.
A Sam el resbalón que le depara su vida de adolescente irreflexivo [discúlpese el epíteto] le impide poder gobernar su vida.
Hornby, como en otras tantas ocasiones, maneja el humor con la acidez necesaria para que nos apiademos de esos personajes que podríamos ser nosotros mismos.
Un magnífico tratado sobre el abandono de las resposabilidades en esta nuestra sociedad "adultescente".


NICK HORNBY, Todo por una chica, Anagrama, Barcelona, 2009.


DESVÍO POR OBRAS: SLAM

viernes, 24 de septiembre de 2010

HAI-KU, Juan Bonilla



HAI-KU


En todas partes esta sensación
de haberme presentado disfrazado a una fiesta de disfraces
que fue desconvocada sin que nadie me avisara.


JUAN BONILLA, Cháchara, Renacimiento, Sevilla, 2010, página 41.

jueves, 23 de septiembre de 2010

HISTORIA DE AMOR, Rodolfo Franco


RODOLFO FRANCO, Aldea poética II, Ópera prima, Madrid, 2000, p. 27.

lunes, 20 de septiembre de 2010

MADE IN PAKISTAN, Miguel D'Ors


MADE IN PAKISTAN


Manos pakistaníes
que en un insospechado rincón del tiempo, anónimas
y remotas, pasasteis sobre este mismo pliegue
en que ahora están las mías; que por unos momentos
dejasteis vuestra áspera tibieza
sobre este colorido que ahora mismo,
aquí en mi casa de Granada, España,
acaba de salir de su paquete,
como el pollo del huevo,
hacia la luz de un mundo con que muchos
sueñan en Pakistán
y luego os alejasteis para siempre,
al fondo de una oscura cadena de trabajo.
¿A quién pertenecíais, manos menesterosas?,
¿qué vida estaba tras vosotras, qué
ilusiones, qué rostros,
qué penas y qué nombres?, ¿qué puñado
de monedas ilusas
contasteis un minuto después de haber cerrado
este envoltorio? ¿Erais las manos de
una mujer de tez verdimorena
y cabello tirante,
llegadas de la frente sudorosa de un hijo
enfermo entre un oscuro
revoltijo de trapos, o de una
pobre escudilla, o de las ubres secas
de una cabra encerrada entre cartones?
¿O las manos de un niño –al que le estaban grandes
la camisa y los ojos–, que llegaban
ateridas después de atravesar la noche
desde un barrio harapiento, soñando con un día
del futuro, quién sabe, detener
penaltis en alguna
liga de fútbol europeo? Manos
que ahora mismo las mías adivinan y sienten
ligadas a una vida
desconocida pero que misteriosamente
es la mía también, y estrechan, en un gesto
de secreta unidad,
por encima del tiempo y la distancia.

Canción, por donde vayas
proclama que entre todas mis horas hubo una
en que en una camisa comprada en las rebajas
vi que todas las vidas son una misma Vida.



MIGUEL D'ORS, Sociedad limitada, Renacimiento, Sevilla, 2010, pp. 20-21.

domingo, 19 de septiembre de 2010

PLEGARIA, Eloy Sánchez Rosillo





PLEGARIA


Que este dolor tan grande no sea en vano,
que aquí, en mi pecho, poco a poco vaya
transformando en luz tanta tiniebla;

que no olvide el legado del espanto
ni la lección de la desesperanza
si alguna vez este dolor me deja.


ELOY SÁNCHEZ ROSILLO, La certeza, Tusquets, Barcelona, 2005, página 33.

viernes, 17 de septiembre de 2010

LAS MUJERES QUE ESCRIBEN TAMBIÉN SON PELIGROSAS, Stefan Bollmann

SYLVIA PLATH


Al igual que Ingeborg Bachmann, Sylvia Plath fue objeto de verdadero culto; en los dos casos, una muerte espectacular —el suicidio de Plath a los treinta años, las heridas mortales de Bachmann en un incendio provocado después del consumo de alcohol y medicamentos— fue el origen de una transfiguración mítica de dos mujeres que se habían consumido al servicio de la escritura. En ambas oportunidades hubo indicios suficientes para pensar que detrás del drama poético de la escritora se había desarrollado también el drama psíquico de una emancipación fracasada. El comienzo de la existencia de las dos escritoras estuvo marcado por un acto de autoidealización: Sylvia Plath se complacía en el papel de radiante adolescente americana, ganadora de becas y premios, que rechaza a numerosos pretendientes y se casa finalmente con el poeta Ted Hughes, elegido por el destino para ella porque era su igual. Eso ocultaba una enorme presión de competitividad y una exigencia de perfección desmesurada. En algún momento falló su fuerza de resistencia, vencida por la depresión que se había ido apoderando de ella.
A los contemporáneos de Ingeborg Bachmann les sorprendía su intransigencia; su editor, en la editorial Piper decía que, para ella, la escritura era una lucha de poder «Se había metido en la cabeza que podía alcanzar todo lo que quería. Y, en efecto, obtuvo todo lo que quería.» Pero después de la ruptura de su relación con Max Frisch, que ella vive como una traición, comienza a abusar del consumo de alcohol y medicamentos e interpreta que su toxicomanía y sus crisis de desesperación son «expresión de una derrota ante la realidad» y la reacción ante una ofensa irreparable. Nadie se vuelve loco con la escritura, «sólo tan loco como aquellos que no escriben (...) pero enloquecen por la pérdida del honor, la puesta en peligro de su existencia». ¿No había escrito en su texto sobre Sylvia Plath titulado Tremendum y que se refiere a la experiencia religiosa de lo inquietante y lo siniestro: «La enfermedad es lo espantoso por antonomasia, es algo con desenlace mortal»?


STEFAN BOLLMANN, Las mujeres que escriben también son peligrosas, Maeva, Madrid, 2007, páginas 104-105.

domingo, 12 de septiembre de 2010

NO SABER, Eloy Sánchez Rosillo



NO SABER


Sólo la muerte dice con franqueza
-y no a quienes con ella se van: únicamente
a los que aquí se quedan tras su paso-
que algo se terminó. Todos los otros
sucesos y avatares esconden el secreto
de su final, que pasa inadvertido
al corazón y al ojo. Por fortuna, no hay
certidumbre del punto en que una cosa se acaba:
conocer hasta el fin siempre es dolor.
Así teje la vida
los días y las noches del existir. Y en ese
piadoso no saber, en esa trama de
compasiva oscuridad,
no falta nunca el hilo luminoso
de la esperanza.


ELOY SÁNCHEZ ROSILLO, La certeza, Tusquets, Barcelona, 2005, página 53.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

[SOY MAESTRO...], Max Aub


Soy maestro. Hace diez años que soy maestro de la Escuela de Primaria de Tenancingo, Zac. Han pasado muchos niños por los pupitres de mi escuela. Creo que soy buen maestro. Lo creía hasta que salió Panchito Contreras. No me hacía ningún caso, ni aprendía absolutamente nada: porque no quería. Ninguno de los castigos surtía efecto. Ni los morales, ni los corporales. Me miraba insolente. Lo rogué, le pegué. No hubo modo. Los demás niños empezaron a reírse de mí. Perdí toda autoridad, el sueño, el apetito, hasta que un día ya no lo pude aguantar y, para que sirviera de precedente, lo colgué del árbol del patio.


MAX AUB, Crímenes ejemplares, Media Vaca, Valencia, 2001.

ILUSTRACIÓN: EL ROTO

DESVÍO POR OBRAS: PROYECTO ESCÉNICO MONÓLOGOS TEATRALES [NICOLA COMUNALE]

martes, 7 de septiembre de 2010

TRACHINUS DRACO, Manuel Villena




TRACHINUS DRACO


-Déjeme ver el pie. ¿Es aquí donde le duele?
El cuerpo atlético, un acento gallego menos discreto que el piercing en la nariz, distanciaban a la socorrista notablemente de Celia. A él, sin embargo, le bastaron el mechón de pelo negro sobre los ojos y su obsesión para recodársela. No a la Celia a la que acababa de perder, ni a la que aceptó, risueña, casarse con él, sino a aquella que le resultó vedada: la que vivió feliz su niñez y adolescencia ignorándolo, esa de la que quedaba constancia en el álbum de fotos familiar que todavía no era capaz de abrir.
-Un escarapote. En las Rías Bajas le suelen llamar faneca brava. Ahora, en la bajamar, se quedan enterrados en la arena. Usted lo ha pisado. Sólo le ha clavado un radio. Agua muy caliente y amoníaco.
Mientras actuaba el remedio sacó de la penumbra un cuaderno en el que registró sus datos personales: nombre, edad, origen.
-De Palencia. Aquí echará de menos el calor.
Cuando ella consideró que se había cumplido el tiempo, le secó el pie y le aplicó una pomada sobre la que puso, con la misma diligencia y mimo de Celia, gasa y esparadrapo.
-Esto es un antihistamínico. A ver si así conseguimos controlar el dolor y reducir la inflamación. ¡Se le acabó la playa por hoy! ¡Además ya va siendo hora de comer! ¿Qué tal quedó, Javier?
Otro de los socorristas, menos joven y locuaz, miró el pie y le pidió que no se alejara del puesto durante unos minutos. Eligió sentarse en un banco que frecuentaban Celia y él al atardecer, para divisar la entrada en el dique de los barcos del cerco y los pequeños botes, que, desde hacía unos años, habían sido desplazados por las embarcaciones de recreo.
Subió descalzo por la calle peatonal que llevaba a su apartamento. La imperfección del adoquinado convertía su caminar en el de un torpe funambulista. No echaba de menos el calor, sino a Celia amarrada a su brazo para que sus tacones no encallasen entre los intersticios del granito. El picor del veneno lo dejó ante el escaparate de la pastelería, en la que tantas veces se habían guarecido de la lluvia. En el cristal, un rictus de dolor se superponía a las bandejas de pasteles.
La socorrista se lo encontró así, varado, boyando, cuando salía del local con varias barras de pan.
-¿Se marea? ¿Quiere que lo acerque al centro médico? Estas picaduras son muy dolorosas.
Se esforzó por sonreír. Quiso agradecer su amabilidad, pero sólo sintió vergüenza al comprobar que, a plena luz, apenas existían semejanzas. Como quien repite una oración, le dijo lapidario:
-¡Otros dolores hay!
Ella, antes de marcharse hacia su puesto, calle abajo, esbozó una sonrisa mientras posaba la mano sobre la de un hombre viejo.